El mes pasado tuve el agrado de recibir en Buenos Aires a un amigo de la casa, Chris Pomeroy, quien anteriormente nos contó sus vivencias en la Patagonia chilena y su paso por Santiago.
Crucemos la cordillera de los Andes: es ahora el turno de la Reina del Plata, la ciudad que me vio crecer. Quien mejor que Chris para relatar nuestro breve, pero intenso (¡y divertido!) paseo por la capital porteña. Aquí va:
……………………………………………………………..
Cuando me invitaron a participar en un foro de marketing turístico en Buenos Aires acepté con muchísimo gusto: porque la invitación venía de amigos, porque el tema del Marktur Forum me interesaba profesionalmente; pero si te soy sincero, sobre todo porque nunca había estado en la capital argentina y le tenía muchas ganas.
Llegué a Buenos Aires en plan “estrella de cine”. Después del vuelo en clase turista necesitaba un masaje de espalda más que de ego, pero la verdad es que te levanta el ánimo cuando te recibe en la puerta de llegadas el chofer impecablemente trajeado en un Mercedes de lujo. Lástima que no tenía delante ningún amigo a quien darle envidia. Le iba a sacar una foto al señor con traje italiano y pelo engominado sujetando el cartel de “Sr. Pomeroy” para mandarlo a los colegas, pero decidí que había que mantener las apariencias.
Alvear Palace Hotel
Una hora más tarde y casi antes de parar del todo la limusina, mi puerta fue abierta por el portero del elegantísimo Hotel Alvear, igualmente impecable. ¿Cómo se puede abrir la puerta de un coche con estilo? Te juro que no lo sé, pero este señor lo hace a la perfección… tanto que casi entiendo porque la gente premia su arte con una propina. Todo en el Alvear rezuma opulencia y elegancia. Sus cinco estrellas y su historia invade todos los sentidos. La puerta giratoria de la entrada mueve el aire como un ventilador que extrae el aire del lobby de oro y mármol, que tiene el olor inconfundible de colonia Hermes y de dinero. El Alvear es un clásico, un hotel de lujo, sin duda, y empezaba a creerme lo de la estrella de cine pero la verdad es que podría haber estado en cualquier “Leading Hotel of the World”. Pero el verdadero lujo para mi me estaba esperando pacientemente el lobby.
Aunque no le conocía de antes, era tan fácil encontrar a Gabriel Greco en el lobby del Hotel Alvear como encontrar una margarita en un ramo de rosas. Era el chico joven que rezumaba frescura natural (no Hermés), sentado twitteando en un sillón estilo Louis XIV. Gabriel es amigo de un amigo y cuando se enteró que iba a visitar la ciudad me había prometido enseñarme “su” Buenos Aires. Eso sí que es un regalo de lujo para un viajero.
Después de pasear por el barrio del hotel (Recoleta), una de las zonas de mayor poder adquisitivo de la ciudad, nuestra primera parada irónicamente ha sido la última de muchos de los argentinos más famosos y acaudalados. En el Siglo XVIII el monasterio de Recoleta se encontraba fuera de los límites de la actual ciudad, en una zona rural. Hoy está en pleno centro y el único campo que queda es el campo santo rodeado de bloques modernos de oficinas y viviendas con una vista exclusiva, aunque algo tétrica. La verdad es que este cementerio tiene más edificaciones que muchos pueblos y según me contó Gabriel aquí hay más especulación inmobiliaria que en el resto de la ciudad. Si hay una cosa más cara que vivir en Recoleta, es estar muerto en Recoleta. En la entrada se nos acercó un representante de la “Fundación Cementerio de Recoleta” y nos preguntó amablemente, (pero con muy poco entusiasmo): “Welcome. Where are you from?”. “De acá de Buenos Aires”, se apresuró a contestar Gabriel, mi ángel de la guardia. “Ah” dijo decepcionado el tipo de la puerta, con menos amabilidad y menos entusiasmo que antes y nos dejó pasar, vendiéndonos un plano de la barroca necrópolis por una fracción de lo que cobraría a un extranjero.
Cementerio de la Recoleta
Como anglosajón no me emociona mucho la temática de la muerte; soy más bien de la escuela de “el muerto al hoyo y el vivo al bollo”. Pero tengo que confesar que este lugar, aunque un poco “freaky” es digno de ver y de hecho está lleno de turistas. Aquí “descansan” o por lo menos descansarían (si no fuera por los turistas y morbosos), los restos mortales de políticos, diplomáticos, poetas, escritores y, como no, del reclamo turístico por excelencia, Eva Perón. A pesar del plano que nos había vendido el amigo de la Fundación, Gabriel y yo nos perdimos en los calles y avenidas de esta ciudad y tuvimos que preguntarle a alguien por la tumba de «la Duarte» (otra de las formas de llamarla a Evita, por su apellido de soltera): “1º a la izquierda, 3º a la derecha y busca la gente y los flores”. No sé si las flores que rodeaban la tumba eran por la auténtica Eva que aun hoy sigue siendo un tema polémico de conversación en Buenos Aires, o por la de Madonna y Andrew Lloyd Webber … pero el caso es que me pillé tarareando “Don’t cry for me Argentinaaaaa” y con la imagen de la reina del pop muy viva ayudando a mi cabeza vencer imágenes de tumbas y zombies, decidí que era el mejor momento para salir a buscar los porteños vivos.
Cementerio de la Recoleta
Tumba de Maria Eva Duarte de Perón (Evita)
Pasamos por la Iglesia del Pilar; y entramos brevemente al Centro Cultural Recoleta y paseamos por la terraza del Buenos Aires Design, donde hay varios restaurantes y tiendas de diseño. Entonces tomamos un taxi, no porque seguía con mi rollo de estrella de cine sino porque, como me explicó Gabriel, los taxis de la ciudad son francamente económicos (2€ para un trayecto de 10 minutos). Fuimos a la librería El Ateneo Grand Splendid, que es tan grande y espléndida como su nombre indica y un lugar dónde podrías pasar un día entero. De hecho es lo que muchos hacen, ya que tiene cafetería sobre lo que alguna vez fue el escenario de este antiguo teatro y salas de lectura en los sitios que antes fueron usados como palcos. Uno puede sentarse tranquilamente a leer los libros sin prisas y sin obligación alguna de comprar. El propio Gabriel lo describe perfectamente en su post
El Ateneo Grand Splendid
Luego tomamos otro taxi por la exageradamente ancha Avenida 9 de Julio. Dicen que es la más ancha del mundo y desde luego lo es mucho más que el largo de varias calles de mi pueblo. Pasamos por el Teatro Colón, que nada tiene que envidiar a los del viejo continente, y mas adelante por el emblemático Obelisco en la intersección con Avenida Corrientes. Según me cuenta mi guía de lujo, “La Avenida Corrientes es una de las principales de Buenos Aires, eje de la vida nocturna y bohemia, con su primer tramo repleto de entidades financieras y bancarias , hasta la peatonal Florida; de ahí en más es centro de entretenimiento, con teatros. Pasando la Avenida Callao toma un perfil netamente comercial.”
Obelisco
Llegamos al Congreso Nacional, un edificio de los que imponen respeto. Con su enorme cúpula, columnas clásicas, estatuas y bandera este monumento casi podría ser para mi “el símbolo” de esta nación si no fuera porque justo dónde me bajé del taxi, en un quiosco de prensa encontré el recordatorio de lo que hasta entonces había sido mi imagen de Argentina…un póster de Mafalda ahí mismo parecía retar la autoridad y poner el inmenso edificio y lo que simboliza en perspectiva.
Congreso de la Nación Argentina
Bordeamos la plaza y a los manifestantes acampados delante del congreso, (siempre hay alguno) , para tomar la Avenida de Mayo. Este es el centro de las relaciones argentino-españolas, con restaurantes, tablaos y entidades.
Gabriel me enseñó su edificio favorito: el Palacio Barolo, con su cúpula inspirada en un templo hindú. La construcción está llena de alegorías a la Divina Comedia (que dan un poco de miedo la verdad…no quisiera vivir en la parte del edificio que corresponde al “infierno”).
Palacio Barolo
Lo que en Madrid llamamos “Metro”, allí es el «Subte”. Es toda una experiencia que aconsejo a cualquiera, incluso en una ciudad donde un taxi te cueste tan poco. La línea A del subte de Buenos Aires es la primera emplazada en Iberoamérica (1913) y lo increíble es que mantienen algunos de los vagones originales en funcionamiento diario. Panelados en maderas nobles, con lámparas ornamentales y fijaciones de latón, estos vagones son joyas de la historia del transporte y en las dos paradas que hice me transportaron hasta principios del siglo pasado.
Subte, Linea A
Subte, Linea A
Nos bajamos en la Estacion Piedras y entramos al CafeTortoni, el más antiguo de la ciudad, ya que data de 1858. Aqui tomaron café con tertulia Sabato, Alfonisna Storni, Gardel y Borges, así que no podíamos faltar Gabriel y yo. El local huele a chocolate con churros y leche merengada, pero también a cuero y colonia de hombre ya que en el fondo del local funcionaba una barbería (sigue ahí , pero como museo).
Café Tortoni
Ya de noche, tras el descanso caminamos hasta la Plaza de Mayo. Ahí está la Catedral Metropolitana, que guarda los retos del General San Martin, libertador de Chile, Perú y Argentina (pero le dije a Gabriel que ya había visto suficientes tumbas por hoy…y por el resto de mi estancia en Buenos Aires). En otra esquina de la plaza se encuentra el Cabildo, donde fue la Revolución de mayo de 1810.
En el centro de la Plaza está la Pirámide de Mayo, y alrededor de esta, pintadas de los pañuelos que representan a las Madres de Plaza de Mayo. Todos los jueves, sin importar las condiciones del clima, marchan en torno a ella en señal de protesta por la suerte de sus hijos. Sufren como sólo puede sufrir una madre, con un dolor tan grande que no deja sitio para el odio y aquellos humildes pañuelos dibujados en el suelo parecían tan fuertes y dignos como la imponente y bella Casa Rosada que se encuentra usto enfrente, sede del Poder Ejecutivo Nacional.
Plaza de Mayo
Ya era tarde y tenía que prepararme para salir a cenar, así que Gabriel me acompañó hasta el hotel y se despidió con un abrazo tan auténtico como la ciudad de Buenos Aires que me había enseñado.
Hay ciudades que tienen personalidad propia y Buenos Aires es sin duda una de ellas. Para mi la sensación era como si una mujer madura pero aún hermosa hubiese estado intentando seducirme con la elegancia de sus formas y partes iguales de melancolía romántica y pícara.
De vuelta en el lujo del Alvear no pude resistir poner la TV que estaba encima de los grifos de oro de mi baño. Me dio cierta satisfacción comprobar que el sonido del jacuzzi no me dejaba oír los comentarios del fútbol que había en los cuatro primeros canales que probé. ¡Nada es perfecto…ni para las estrellas de cine!
Filed under: América, Cuéntamos tu viaje, Inspiradores de viajes | Tagged: argentina, Buenos Aires | 5 Comments »